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«Un estudio publicado en Estados Unidos determinó que leer ficción nos ayuda a ponernos en los zapatos de los demás.» (http://www.nacion.com)Los zapatos y la literatura mantienen una vieja y prolongada relación. Llegue con recordar desde el famoso zapato de cristal de LaCenicienta -quizá la primera metáfora narrativa sobre la virginidad ysus extravíos- hasta El zapato de raso de Paul Claudel, pasando porLos zapatos rojos de Andersen y sin olvidar, si nos queremos meter enprosas periodísticas más cercanas, el famoso lanzamiento de zapato con el que Muntadhar al Zaidi bombardeó al ínclito George Bush.Aquí la cosa va también en cierto modo de zapatos, zapatazos y pérdida de la virginidad. De la virginidad empresarial, si me permitencolumbrar que tal cosa es posible. Pues que un tanto despistado ydrogadictillo heredero recibe como herencia tras la muerte de susprogenitores una fábrica de zapatos sita en las muy laboriosas tierras alicantinas. Y no se le ocurre otra cosa que querer convertirse enempresario honesto y pagar lo justo a cada miembro del anta?o sujetorevolucionario. Radical contradicción que, como todos ustedes seimaginan, va a dar lugar a diversos desastres y desencuentroseconómicos, laborales, sindicales, amorosos y criminales. Lacenicienta trabajando en una fábrica de zapatos.Aprovechando que la crisis pasa por Valladolid, se habla mucho,demasiado, pienso yo, de novela social. En cuanto aparece un pobre, un precario, un desahucio o un maltrato, hasta los críticos másacadémicos se nos ponen sentimentales. A ver si hay suerte y estanovela cuela en la moda. Aunque mucho me temo que no lo tiene fácil,porque esta novela habla de lo que hablan las verdaderas novelassociales: de la lucha entre el capital y el trabajo. Y en directo, con las plusvalías al aire y sin pa?os ni apa?os sentimentales.